lunes, 27 de febrero de 2012

AUSENCIA

Este fin de semana ha terminado mi exposición de Sant Cugat. El fin de una actividad de este tipo siempre me sume en un estado de melancolía.

Es algo así como una pequeña muerte, un desapego de la obra, como si ya no me perteneciese, aunque regrese al estudio en su mayor parte, pero lo hace con otra condición.

Es por ello que siempre agradezco la presencia de amigos.

Hoy me ha golpeado la noticia de la muerte -esta vez cierta- de un amigo, Manuel de Solà Morales. Le conozco desde hace ya no se cuantos años. Desde el primer curso de Eina, donde daba clases de urbanismo. Recuerdo con verdadero cariño pocos profesores de aquel momento. No más de dos o tres. Manuel era uno de ellos.

Además no solo nos hemos ido viendo, sino que era un habitual de las inauguraciones de mi trabajo. La noticia de su desaparición se ha superpuesto a mi preocupación, hasta el punto de convertirla en pequeña, inapreciable. Vivimos habitualmente de espaldas a la muerte, como si no fuese con nosotros hasta que le vemos la cara demasiado cerca.

No me gustan las necrológicas, siempre suenan a falsedad. Por eso no me quiero extender más. Simplemente decir que ha aparecido en mi horizonte una nueva ausencia. Empiezan a ser ya bastantes las ausencias irremplazables. Manuel y Rosa Feliu, han sido para mi un punto de referencia, de un trabajo serio, bien hecho, en este mundo de banalidades. Espero que Rosa tenga ánimos de seguir con su trabajo. Y ya basta.

Cuando sucede una cosa de este tipo me siento como James Stewart al final de Vértigo. El rostro de incredulidad ante un vacio, que por otra parte no es más que la condición del ser humano, la imposibilidad de comprender la muerte y, casi diría, la vida.

Manuel y Rosa tuvieron la gentileza de visitar la exposición de Sant Cugat y dejar la nota que abre esta líneas.