viernes, 20 de mayo de 2011

Notas-4


He ido hablando en entradas anteriores de algunos temas cruciales para mi trabajo, que se entrecruzan constantemente. La pintura, la belleza, el desnudo femenino, el pintor y la modelo.

A veces pienso que voy dando palos de ciego. Es difícil sistematizar todo este material, en ocasiones creo que la mejor imagen para ilustrar metafóricamente esta situación es la de James Stewart al final de Vertigo, una imagen de perplejidad absoluta ante lo que “se le ha ido de las manos”, no se ha quedado ante el vacío, se ha quedado vacío.

De hecho la creación no es más que un difícil equilibrio entre lo que tiene sentido y lo que no lo tiene en absoluto.

En más de una ocasión uno renunciaría definitivamente a todo y se retiraría a la no-acción. En otras, en cambio, acontece que todo se vuelve luminoso y el trabajo se convierte en un camino lleno de belleza y compensaciones, pero ¡ay! acostumbra a finalizar ante la presencia del Mago de Oz.

Cuando inicié esta serie de post anticipé que hablaría de “Abstracción y Naturaleza” de W. Worringer. Hasta ahora no había aparecido. Es un interesante texto que aporta argumentos sugerentes sobre la abstracción, pero lo que más me impresionó del libro fue la plasmación de dos ideas que me parecen esenciales y que comparto plenamente:

“Toda la historia del conocimiento intelectual y del dominio intelectual sobre el Universo nos da la impresión de un esfuerzo estéril, de un dar vueltas absurdo…Nos hacemos cargo de que con cada progreso del entendimiento el panorama del mundo se ha vuelto más hueco y superficial; de que cada progreso intelectual se ha tenido que pagar con la atrofia de un órgano: de la innata capacidad del hombre para sentir el insondable misterio de la vida.”

No puedo sino suscribirlo. Ciertamente la humanidad ha ido perdiendo la capacidad de preguntarse sobre la incógnita de la misma vida, de lo que la rodea…Vive sumergida en una ficción. Y también estoy de acuerdo en que a pesar de todos los esfuerzos no se ha podido, hasta ahora, desvelar nada. El interrogante sigue siendo el mismo desde el albor de la humanidad.

Curiosamente, ahora mismo, en el Festival de Cannes, se han presentado dos films, The Tree of Life, de Terrence Malick y Melancholia de Lars von Trier, que ,al parecer, ponen de nuevo sobre el tapete el problema. Otra vez el cine es el que osa abrir los signos de interrogación. Afortunadamente en un espacio que puede tener una cierta repercusión. Pero no conviene ser demasiado ser optimista.

La otra frase de Worringer: “El valor de una obra de arte, aquello que llamamos su belleza, reside, en términos generales, en sus posibilidades de brindar felicidad.”

No puedo estar más de acuerdo. Cabría preguntarse ¿qué es la felicidad? Sólo tengo una respuesta: ausencia. Ausencia de dolor, de angustia. Ausencia de búsquedas inútiles. De expectativas inalcanzables.

Algo más, una obra de arte debería aportar no sólo felicidad, sino consuelo, compañía, diversidad. Pero sobre ello hablaré más adelante. Especialmente sobre el concepto de consuelo, de curación que intentaré entroncar con la idea de belleza en general y con la del desnudo femenino en particular…

Adenda. Sobre todo esto una anécdota, en una de mis primeras exposiciones un crítico local que se las daba de filósofo, hizo una reseña negativa de la muestra, utilizando como argumento, que eran obras que producía consuelo conhort en catalán visto ahora, desde la distancia de casi treinta años me parece que me estaba elogiando.

Mayo 2011