lunes, 23 de noviembre de 2009

Un solo cuadro

Conocí al doctor Ignasi Ponseti hacia finales de los noventa. Vio un trabajo mío en casa de una amiga común y comentó que le gustaría conocer mi estudio.

Pocos días después él y su esposa, Helena, visitaron mi taller. Empezó así una amistad que ha transcurrido a lo largo de más de diez años. Hace pocos días recibí la noticia de su muerte.

No me gustan las necrológicas y voy a procurar que estas líneas no sean una.

Algún periódico ha dado la noticia centrándose en su labor como médico, especialista en curar el pie zambo sin intervenir quirúrgicamente. Este hallazgo le supuso muchos males de cabeza con la clase médica de Estados Unidos, pero su perseverancia hizo que su método fuese finalmente reconocido en todo el mundo. En una de sus últimas visitas al estudio me comentaba lo feliz que le hacia el agradecimiento de tantos padres que habían acudido a él comprobando como sus hijos superaban el problema.

Nadie ha hablado sin embargo de la pasión que tanto él como su esposa tenían por el arte y la pintura en especial. Tuvimos largas conversaciones sobre el tema, siempre enriquecedoras para mí. Una de las más enormes satisfacciones que me ha dado mi profesión ha sido el interés que mostraron, Ignasi y su esposa, por mi trabajo. Algunos de mis cuadros viven en su casa.

Otra de las cuestiones que se han silenciado es el inmenso valor de su esposa Helena Percas, hispanista, especialista en el Quijote. Los dos formaban un tandem de una inteligencia, sensibilidad y generosidad difícil de igualar. A pesar de la distancia que nos separaba, ellos en Iowa City, yo en Barcelona, siempre los he tenido presentes. Como lo seguirán estando Helena en la presencia y él en la ausencia.

En mi estudio tengo pocas cosas colgadas en la pared siempre a la vista, una fotografía de Balthus ya anciano, viendo como el fin se acercaba con una gran serenidad, también acompañado de su esposa, un fotografía de una montaña mítica para mí: el Turbón, y una carta del doctor Ponseti. En mi casa tengo un retrato de mi mujer hecho cuando ambos éramos adolescentes, y un dibujo de Georg Becker, otro gran amigo también desaparecido.

Hace cuatro años Ignasi me pidió que le hiciese un retrato, fue un enorme desafío para mí. Mi interés por lo femenino había hecho que todos mis retratos fuesen de mujeres.
Acepté la prueba. Es el único retrato masculino que he hecho. Un solo cuadro.

Hace aproximadamente un año el Museum of Art de la Universidad de Iowa organizó una exposición con la colección del doctor y su esposa. Me cupo el honor de que en esa muestra figurasen algunas obras mías y entre ellas su retrato. La imagen de Ignasi junto al cuadro es de ese momento. La otra es de su última visita a mi taller.

Existe el tópico de que los que nos dejan no lo hacen del todo mientras viven en el recuerdo de los que les estimaron. A veces los tópicos son realidad, Ignasi Ponseti, como Georg Becker, estarán siempre en mi memoria.