lunes, 25 de noviembre de 2013

EL COLOR - 1

Esta entrada está dirigida especialmente a aquellas personas que estos últimos años han acudido a los talleres que se han ido realizando en mi estudio.

Introduzco aquí la cuestión del color, un tema que ha ido apareciendo con una cierta asiduidad.

Muchas veces en los talleres, y fuera de ellos, me han preguntado sobre mi relación con el color. 
Siempre he respondido del mismo modo: no creo en ninguna de las teorías que se han elaborado sobre tal cosa. Ni Goethe, ni Wittgenstein, ni Ruge, ni Albers, ni ningún otro, han dicho nada definitivo. Aunque de ellos se pueden extraer ideas y conceptos interesantes, útiles.
Tampoco, evidentemente, se pueden tener demasiado en cuenta, lecturas simbólicas. Oscilan, incluso de modo antitético, de una cultura a otra. Por poner un ejemplo, el negro o el verde, puede simbolizar la vida o la muerte, depende de dónde y de cuando; así prácticamente todos los colores.

¿Qué hacer pues? Existe, al menos, un referente, la propia naturaleza, en donde los colores parecen observar un comportamiento casi siempre armónico. Pero, al menos para mí, no es suficiente. Creo que existe una experiencia interna del color. Una experiencia personal. Siento, cuando estoy trabajando, que un color debe ponerse en contacto con otro. Imagino que como cuando un poeta necesita que una palabra llame a otra, o como cuando Mozart dijo "busco notas que se amen". Esto me parece una dirección plausible.

A continuación unas imágenes de pequeños problemas que me pongo a mí mismo. Si alguien de quienes han asistido a los talleres les apetece ponerse problemas similares, adelante, es de una gran utilidad. Podríamos establecer un feedback. También vale para quienes no han asistido y les gusta la idea.

Volveré sobre el color y otros temas que hemos trabajado conjuntamente. 










viernes, 15 de noviembre de 2013

OTOÑO, EN EL NUEVO ESTUDIO

Ayer apareció en "La Contra" de La Vanguardia una entrevista con Terry Harting, un investigador de psicología ambiental. Es una recomendable página.

Explica los problemas de estar trabajando en un ambiente cerrado, sin comunicación con la naturaleza. Mi anterior estudio era así. No veía absolutamente nada del exterior. Fue ahí donde se produjo el proceso de aparición de la figuración.

En mi nuevo estudio el panorama ha cambiado por completo. Veo el pequeño jardín de casa, pequeño pero alberga dos grandes árboles, una magnolia y una jacaranda. En un espacio vecino otros árboles de hoja caduca han llenado el suelo de hojas amarillas. La falsa vid que se enreda por la pared de la casa se empieza a irisar de tonos tierras, naranjas, rojos... Cada mañana antes de ponerme a trabajar doy un pequeño paseo por él.

Me pregunto si esto va a influir en mi trabajo...

Terry Harting habla también de los efectos de pasear por un jardín, de ver árboles. Hace pocos días estuve en Valladolid, donde di largos paseos por las arboladas orillas del río Pisuerga. La experiencia de paz, de serenidad, sentidas en ese caminar van a quedar en mi memoria de modo indeleble.

Algunas fotos del jardín hechas hoy mismo, y algunas de las primeras acuarelas realizadas en el nuevo estudio...








domingo, 3 de noviembre de 2013

LIBROS AMIGOS: DORA MAAR, de Victoria Combalía


Hace algún tiempo un librero amigo se quejaba de la ingente cantidad de libros que se llegaban a publicar en España durante un año. Si no recuerdo mal la cifra era de unos 70.000 títulos. Lo peor de todo es que la mayoría no tenían gran interés, por no decir ninguno.

Pero de vez en cuando aparece un volumen que justifica del todo su publicación: "Dora Maar" de Victoria Combalía.

Es un libro laberinto, se va desarrollando como un fractal, es decir unos personajes te conducen a otros que a su vez te llevan a otros, y así el texto se convierte casi en una novela de intriga.

La autora, a partir de unas conversaciones telefónicas con Dora Maar, ha reconstruido una parte del fascinante París de los treinta y los cuarenta.

Todo parece una obra de teatro en la que los protagonistas van interpretando los papeles asignados, en ocasiones por ellos mismos, en ocasiones claramente influenciados por grupos, que, a veces, se comportaban como si de una secta se tratase.

Dora Maar se encontró en el ojo de ese huracán, además con un guía que mantenía distancias con todos excepto con él mismo.

Hay en el libro un enorme trabajo de investigación que lo hace imprescindible para acercarse a ese período, que veo con simpatía, pero con mucha distancia.

Una de las cosas que más han contribuido a mi distanciamiento ha sido una reveladora confesión de Man Ray, en su libro "Autorretrato". En 1952 pintó un cuadro que reproducía, de un modo muy tradicional, una calle. El autor parece obligado a justificarse por ello y dice: " ¿Por qué había pintado un cuadro así? Sencillamente, dije, porque se suponía que no debía hacerlo -observé que alguno de mis contemporáneos sentían la misma urgencia por pintar un cuadro así, pero no se atrevían-."

En fin, un libro necesario para comprender como se desarrolló parte del arte del siglo XX, y las contradictorias relaciones de Dora Maar con su entorno y, especialmente, con Picasso, que parece seguir proyectando su agresiva sombra sobre todo y sobre todos...

martes, 1 de octubre de 2013

STUPOR MUNDI


Hace aproximadamente un año empezó una aventura. Mi amigo Hilari M. Pellicé me propuso rodar un documental en el que el tema sería básicamente mi trabajo.

Es curioso, conozco a Hilari desde hace muchos años, y en nuestras primeras conversaciones jamás sospeché que esa amistad, que se iba consolidando poco a poco, desembocaría en la colaboración que ha dado lugar a este film.

No me gusta demasiado protagonizar nada, pero, afortunadamente, en el documental mi presencia queda diluida por la sucesión de personas amigas que comentan mi trabajo y su relación con él, y por una trama que ahora no voy a descubrir...

El rodaje de este documental ha despertado muchas cosas en mí y en mi trabajo. Ha servido para, a lo largo del tiempo, ir descubriendo hechos, actitudes, opiniones, que, creo, van a influir en el devenir de mi obra...

No haré aquí aquello que muchas gentes suelen hacer cuando reciben un premio: "agradezco a...". Todas las personas que han colaborado -desinteresadamente- en el proyecto deben saber cuales son mis sentimientos; con ello quiero señalar que esta película ha sido para mí un premio, mas que eso, que debo a todos y cada uno de ellos.

Stupor Mundi, título que nace a partir de un texto de Jesús Martínez Clarà, se estrenará este mes en la Semana Internacional de Cine de Valladolid, en un lugar que el azar ha querido que se llame "Patio Herreriano". A partir de ahí comenzará su andadura pública.

martes, 17 de septiembre de 2013

Más sobre Théodore Géricault


Días después de publicar la entrada "París: sorpresas" en la que hablaba de un magnífico cuadro de Géricault, recibo una líneas de mi amigo Lluís Armengol, en las que añade datos muy interesantes, sobre la obra del pintor francés y otras apreciaciones sobre la pintura en general ...


Un buen cuadro bien justifica un viaje y he de decirte que la pieza de Théodore Géricault cumple a todas luces ese aserto. Porque es obvio que ese cuadro es un prodigio y no solamente (que también) por su aire balthusiano o pre-balthusiano, sino por su misma composición general con un juego de luces que para sí querrían muchos pintores actuales. Algunos tratadistas clásicos hablan de "lux" (o sea la luz exterior natural o artificial) y "lumen" (o sea, cuerpo con luz propia, lumbrera, luminar); sea o no pertinente esa distinción no es difícil observar cómo el óleo de Géricault combina ambas con tino; es obvio que hay una "lux" que procede de la izquierda y que ilumina una cara sola de Louise y su gato enorme, una "lux" potente que deja pasmado al gato y no tanto a su propietaria que no deja de ocultar su otra mejilla (en perfecta consonancia con un fondo que merece un comentario aparte). Pero por otra parte existe una "lumen" que emerge desde el vestido azul de la niña, un color asociado a la mística y a la espiritualidad que establece un perfecto contrapunto en un cuadro que respira un humus malicioso y transgresor y por supuesto nada inocente (como muy bien puede verse en ese vestido caído por el hombro, signo inequívoco de niña mala...). En fin, son tantos y tantos los aspectos que seducen en esa pieza que uno se pierde; por ejemplo cabe preguntarse si el retrato se enmarca en el alba o en el ocaso del día; cabe preguntarse por la postura de las piernas; cabe preguntarse sí  esa hora limítrofe y fronteriza no se relaciona de alguna extraña manera con la edad de Louise, que parece en tránsito de abandonar la niñez para pasar a la pubertad; cabe preguntarse por esa mirada al espectador-voyeur con uno de sus ojos (mientras en otro se pierde en el reino de las sombras), y desde luego, cabe interrogarse una y otra vez por ese fondo del que se hace tan complicado hablar sin el original delante.

Como obviamente ya sabrás, el cuadro forma parte de una trilogía compuesta por "Alfred Dedreux as a child" que también muestra una niña solitaria sobre una piedra, y "Portratit d'Alfred et Elisabet Dedreux" que exhibe a dos niñas con mirada de pocos amigos y cabelleras rizadas. A mí modesto entender la primera pieza es muy superior a esas dos, aunque un análisis riguroso debería tener presente a las tres.

Muchas gracias por el hallazgo, amigo Ramón.

Hasta aquí las palabras de Lluís Armengol, siempre estimulantes. Para ilustrar esta entrada he puesto los dos cuadros restantes de la trilogía citada. El primero se puede ver en el post "París : sorpresas".

viernes, 6 de septiembre de 2013

UN LIBRO EXTRAORDINARIO


Durante el tiempo que he escrito en este blog, he ido poniendo comentarios sobre libros. La idea surgió un verano, cuando especialmente los políticos hacen sus propósitos de lecturas vacacionales. Lo siguen haciendo. Por mi parte era una pequeña broma, una ironía.
Voy a seguir hablando de libros, ahora sin referencias estacionales.

El primero es un libro extraordinario: "La mirada inocente" de Georges Simenon. Lo leí hace siete años y ahora he vuelto a él. Como en el caso de París -ver el post anterior- el libro sigue igual, pero yo he cambiado.

Es una novela de formación, de formación que dura toda una vida. Narra como la mirada de alguien, limpia y curiosa, consigue, si no encontrar, al menos intuir un cierto sentido de las cosas, de la vida.
Una historia fascinante, dónde el protagonista no intenta intervenir en las cosas, en los acontecimientos, sino que se deja atravesar por ellos. Formando parte de su entorno, de lo que ve, de lo que experimenta, se llega a convertir en pintor.

Hay además algunas observaciones que me han afectado particularmente. En un momento el autor describe el ambiente artístico de París de los años veinte. No es muy distinto del que ahora mismo estamos viviendo. Que tipo de personas adquirían lo que les gustaba y quienes compraban -los adinerados en general- firmas cotizadas y de moda... dice Simenon: "pintores de los que diez años después ya no se hablaría vendían sus telas más caras que las de un maestro del Renacimiento". Pág. 236

Pero hay dos momentos más que para mí son importantes, uno relativo a la edad: "pronto cumpliría setenta años... Había trabajado mucho. Aún tardaría años antes de expresar lo que desde el principio había sentido agitarse en su interior". Podría decir que me siento aproximadamente así, espero que esos años me sean concedidos.
El otro se refiere a los árboles. De niño le regala a Louis, alguien que después será un conocido escultor, unos lápices de colores. Cuando años después se encuentran, el pintor le cuenta que apenas ha utilizado los lápices. Unos pocos bocetos y dos árboles, uno del patio de su colegio y el tilo de la vecindad, a quien llama "El señor Árbol".

Estoy sumergido en una especie de fiebre Simenon, que significa casi la lectura de un libro diario. Todo lo que he leído hasta ahora es sugerente, interesante, en suma, no deja levantar la cabeza del libro. Si hablo en concreto de "La mirada inocente", es, claro está, por su tema, la formación, el desarrollo de un pintor.

Leo en antiguas ediciones de Caralt, con infames traducciones, algunos títulos de Tusquests, y ahora en las cuidadas ediciones de Acantilado. Quiero agradecer desde aquí esa iniciativa a Jaume Vallcorba; esa y muchas más. como la atención que le está prestando a Stefan Zweig, autor que probablemente aparecerá en este lugar.

sábado, 31 de agosto de 2013

París: sorpresas

Hace diez años que no estaba en París. Una cuestión de trabajo me ha llevado allí de nuevo.
El mismo hotelito de siempre, en Montparnasse, cerca de la calle Daguerre. París sigue siendo el mismo, pero yo no. He visto cosas que antes me habían pasado desapercibidas.

Primero en el magnífico museo Jacquemart-André. Otras veces que lo había visitado un cuadro me había dejado hipnotizado, una Virgen con el Niño de Bellini; pero esta vez lo he visto como si nunca hubiese estado delante de él. Al margen de la cuestión escenográfica, que es lo primero que salta a la vista: no es la Virgen, es alguien que interpreta el papel en un decorado, cosa por otra parte habitual en el pintor veneciano,  ese día percibí que una parte del cuadro parecía un cuadro dentro del cuadro, la parte inferior del manto está dibujado y pintado con una libertad absoluta, los fragmentos de pliegues, azules y dorados, crean unas formas que parecen tener una entidad, una vida, propias. Haber sido consciente de ello es una de las experiencias estéticas más fascinantes que he vivido nunca.
Esta tiene que ser la cualidad del gran arte, ser algo que hace que el espectador pueda vivir cosas distintas cada vez que se aproxima a él.

Pongo aquí unas reproducciones que no son de una gran calidad, pero dejo también el enlace del museo, en el que se puede ver la obra con todo detalle:



Otra sorpresa en el Louvre. Soy un gran admirador de Balthus y en general de los pintores que admiró. Aparte de que, creo, conozco bien su obra, he leído ensayos sobre su trabajo, entrevistas y sus propias reflexiones. Se citan en esos textos algunos pintores, especialmente Piero della Francesca y Poussin, pero nunca que yo recuerde Théodore Gericault. Un pequeño cuadro del pintor francés me dejó anonadado, parece un pre-Balthus: "Retrato de Louise Vernet, niña". Una niña de mirada turbadora, en una extraña pose con un gato en el regazo. No es una mirada de niña inocente, la pose tampoco lo es, y el enorme gato parece salido de una obra del gran pintor de niñas y gatos, los que conozcan bien su trabajo entenderán lo que digo...


Dos vivencias suculentas, tan suculentas como la cena que nos ofrecieron generosamente en su casa, los que ya considero amigos, Isabelle y Hugues; y como la despedida de París visitando la casa museo de Delacroix, donde me aguardaba alguna sorpresa más, pero eso ya es para otro momento...


miércoles, 7 de agosto de 2013

Tiempo de silencio: nuevo estudio



Desde el 27 de mayo este blog ha permanecido inactivo. No ha sido por pereza.

Me he trasladado de estudio. Después de 22 años de trabajar en el espacio de la calle Coïmbra, ha llegado el momento de un cambio.

Ha respondido a necesidades de diversos ordenes, en las que no voy a entrar, pero ha sucedido en el momento adecuado, creo.

El traslado ha sido laborioso pero feliz.

Espero que este nuevo lugar sea un punto de acogida para los amigos como fue el anterior.

Ayer 6 de agosto empecé a trabajar en él.

Continuará...

sábado, 25 de mayo de 2013

23 DE MAYO DE 2013







El pasado jueves 23 de mayo, tuvo lugar en mi estudio la presentación del documental que Hilari M. Pellicé ha rodado sobre mi trabajo, Stupor Mundi.
Al mismo tiempo se presentó un grupo de cuadros escogidos por Jordi Ibáñez Fanés, que abarca desde mi primera exposición individual hasta ahora. El propio Jordi Ibáñez se encargó de explicar el criterio y los motivos de la selección.
He aquí las palabras de su intervención:

  
EL SOROLL DEL SECRET. PER AL JOVE RAMON HERREROS, ALS SEUS TRENTA ANYS I ESCAIG DE PINTOR.


Ja fa temps que li havia demanat al Ramon que obrís—¿com dir-ne? ¿El “quarto fosc”? ¿El dispensari dels quadres no venuts, dels quadres retinguts, dels quadres inconfessables? ¿O simplement el magatzem dels quadres acumulats pel pas del temps? O una col·lecció personal sorgida mig per les circumstàncies, mig pel desig de no desprendre’s de determinades obres—com si realment les haguessin pintat per a ells mateixos, en el seu món, però no pas per al món. O com fragments d’un passat conservable però inconfessable.
En tot cas, crec que molts dels amics que freqüentem el seu taller ens miràvem aquesta porta blanca—ara flanquejada per uns gats guardians, uns gats cerbers—amb una barreja de curiositat i de ganes d’obrir-la i tafanejar. Jo, almenys, pensava que allà hi havia d’haver grans coses, sobretot des que en una ocasió vaig poder entrar-hi i remenar una mica, sota la mirada entre atenta i neguitosa de l’artista, entre els quadres que s’hi guardaven.
Des d’aleshores no sé quantes vegades li he donat la llauna al Ramon perquè fes una exposició al taller a partir d’aquest fons, com una mena d’assaig general d’alguna gran retrospectiva, que no dubto que aviat vindrà, i que unís, sota un mateix concepte, sota un mateix gest expositiu, les coses “d’abans” i les “d’ara”. És a dir: les coses abstractes i les figuratives. Però també, i sobretot, que fos una exposició que funcionés com un exercici de reconsideració, com un exercici de balanç discret, perquè es fa aquí, però a la vegada molt emfàtic, per la manera com es fa, em sembla—de reconsideració i balanç sobre la seva trajectòria com a pintor, sobre el volum consistent i coherent de la seva obra pictòrica. Aquesta exposició s’ha fet, queda clar, recorrent a unes obres que, malgrat sortir totes d’aquest “quarto fosc” i del taller—menys una que ve de casa meva, i que jo volia portar perquè es retrobés amb les seves companyes—són plenament representatives, ho diré així, de la importància, la coherència, l’evolució perfectament identificable i carregada de sentit de la pintura de Ramon Herreros. Totes aquestes obres han estat triades a partir del que teníem a mà, a partir, doncs, de la relativa poca quantitat de quadres disponibles—molts si es pensa en el patiment que he sentit per les limitacions d’espai, pocs per la representació de la importància de l’obra de Ramon Herreros.
I no em puc estar de dir-vos-ho: Imagineu-vos una gran exposició feta a partir de quadres actualment en mans de col·leccionistes. Imagineu-vos el doble de quadres, el doble d’espai, a partir de possibilitats d’elecció molt més àmplies, quatre o cinc vegades més àmplies. Això no treu, em sembla, gens de valor o d’interès al que veiem avui aquí. Però a mi em permet dir que la potència i esplendor d’aquesta altra gran retrospectiva pública no té uns límits fàcils d’imaginar. Aquesta mateixa exposició, semiprivada, per entendre’ns, em fa tenir una consciència molt clara de com n’és de difícil imaginar avui a Barcelona (i no sé a quants llocs més) una exposició de pintura d’un pintor viu tan sòlida, tan consistent i tan emocionant. Que una exposició d’aquesta importància, d’aquesta intensitat, es faci a l’estudi del pintor i no tingui al darrere les institucions del país, és, encara que produeixi estranyesa, una qüestió que a nosaltres no ens ha d’importar, als afortunats d’estar avui aquí, perquè ni l’artista ni nosaltres no som responsables de les misèries de la nostra època. De tota manera, i com solia dir un filòsof alemany mentre s’esperava tranquil·lament assegut que els seus llibres fossin llegits (cosa que, naturalment, va succeir): el Nil sempre acaba arribant al Caire. És a dir: les coses que és lògic i natural que passin, sempre acaben passant. Per tant, jo no dubto gens que aquesta gran exposició es farà. I crec que dit això també puc afegir: Com més aviat millor.   
Deixeu-me dir ara dues paraules sobre el criteri amb què hem organitzat aquesta exposició. Ho hem fet prescindint de qualsevol lògica històrica, cronològica o formal. No era el lloc per “explicar” l’obra de Ramon Herreros. És el seu estudi. L’espai ens ofereix un requisit de coherència que faria redundant qualsevol altre criteri. Si hi hagut un argument, ha estat aquest: la pintura de Ramon Herreros s’acompanya molt bé a si mateixa, se la disposi com se la disposi. Aquestes obres no solament s’acompanyen bé posades juntes, sinó que es reforcen amb una mena de mutualitat i reciprocitat que les fa aparèixer totalment renovades, o rejovenides. Les pintures que ara feia temps que no vèiem, si les havíem vist mai, estableixen una relació molt poderosa, de coherència i de persistència del que és valuós i important, amb les que, als assidus a l’estudi, ens podien semblar darrerament les més familiars, que ara de sobte veiem amb ulls nous. En aquest sentit, i tot i que l’exposició reflecteix exactament el que jo pensava que era possible mostrar, us he de dir que estic molt gratament sorprès de fins a quin punt allò que jo esperava, que era molt, ha estat superat amb escreix amb el que aquests quadres ens ofereixen, ara que se’ls deixa respirar junts.
Per tal que aquesta respiració nova i rejovenida es produís, hem prescindit, com us deia, de tot criteri expositiu que no fos alguna cosa així com la recerca d’una seqüència emocionant, o la disposició d’una seqüència d’emocions pictòriques. I ho dic sabent molt bé que si en alguns dels grans museus de l’art anomenat contemporani les pràctiques decoratives es revesteixen sovint o es disfressen de pràctiques discursives històrico-conceptuals, aquí ho hem fet realment a l’inrevés. Jo almenys he pensat molt conscientment que anàvem en la direcció contrària. Hem despullat la pràctica del gust dels puritanismes de la neoavantguarda. Hem anat directament a la recerca de la felicitat visual, de les seqüències que sorgeixen de la troballa i del sentiment de la importància, sabent que només així es fa de debò història—història de moment semisecreta, d’acord; història sense grans conceptes avançant, i per tant sense redoblament de tambors, sense música estrident i sense grans gestos teatrals, cap a un horitzó indefectiblement ple de pols—però història, al capdavall, que és el que sorgeix de la vida dels homes i les dones, no només dels llibres que ens diuen com han de ser aquestes vides. Per mi aquesta exposició és una simple demostració de com amb el bon gust—que és una cosa que existeix—i el gran art—que també existeix—es fa tanta història, o més, que amb l’aparell conceptual més exigent davant els reptes d’una consciència política que per sort—per ella i per nosaltres—mai haurà d’intervenir més enllà dels despatxos i les sales del museu. És una demostració simple d’una idea senzilla que ni tan sols vol combatre res, no li cal barallar-se amb ningú. Li basta afirmar la felicitat que associem amb la pintura. Aquesta felicitat, d’altra banda, no és ni històrica ni susceptible de decorats historicistes. Però sí que és susceptible de fer història ella mateixa—d’explicar no per què desitgem el que desitgem, sinó d’oferir formes noves als nostres desitjos, i per tant d’eixamplar la nostra imaginació, o més exactament, si m’ho deixeu dir així, la nostra imaginació moral vers els camps del que no només és diferent, sinó també complex, profund i desconegut. L’impensable unit a l’enigma dels nostres desitjos.   
En aquesta exposició relativament petita, i semisecreta, com he dit, tanmateix, hi passen moltes més coses de les que es podrien reduir a un mer encadenament de quadres importants i emocionants segons uns criteris generals de què és la importància i com es produeix l’emoció. Hi tenim, inscrites o latents, dues coses que vull destacar. Una és una experiència, l’altra és una troballa.
L’experiència: hi ha punts finals que ara apareixen clarament convertits en punts i seguit, en seqüències d’una aventura plena de coherència que, si en alguns moments ha hagut d’experimentar el trencament, ara pot veure’s plenament confirmada en la reconciliació amb allò que calia, circumstancialment, deixar enrere. I realment aquesta mena de reconciliacions només poden plantejar-se si allò que va ser viscut com un acabament, conclusivament, mostra la força i la qualitat suficients per reclamar la seva presència entre el que va venir després, de vegades—i espero que el Ramon entengui que jo ho digui—quasi com negant els camins transitats abans, o distanciant-se’n. El que pensa o necessita pensar el pintor no té perquè ser el que pensen o senten els admiradors de la seva pintura. Jo comprenc que Ramon Herreros sentís que havia arribat a un límit, i va tenir el coratge d’assumir-ne les conseqüències, d’emprendre un nou camí en una altra direcció, de trencar amb un passat, si voleu dir-ho així. Aquell límit tenia en aquell moment alguna cosa d’abisme. Un dels quadres que van marcar la consciència d’aquest límit és aquí. Em refereixo al número XX del Cuadrado del hombre. I ara apareix com una peça esplèndida, eloqüent, com una articulació àgil per a un pas ple de gràcia, generositat i despreniment. Us diré que és un dels quadres més emocionants per mi de l’exposició. I per mi és emocionant perquè demostra que encara que es trenqui amb el passat, el que dóna coherència i sentit a una vida són les reconciliacions.
La segona cosa que vull senyalar, la segona inscripció, i aquesta vegada és una inscripció literal, és la troballa que us deia: un peu molt delicat dibuixat en una de les parets de l’estudi. Naturalment és un dibuix del propi Ramon, i que va aparèixer movent quadres, ell ja devia saber que hi era, clar, però jo no. Ràpidament vaig pensar en el peu que apareix, com un últim residu del visible, a la novel·leta de Balzac, L’obra mestra desconeguda. Frenhofer mostra el seu famós i enigmàtic quadre als seus joves admiradors Poussin i Porbus, que es queden de pedra davant una cosa que nosaltres ara diríem que és un Pollock (un Turner en el millor dels casos), però que per Balzac, i encara més per al moment que passa la seva història, al segle XVII, no podia ser més que una embogida acumulació de gargots. Però bé, d’aquests gargots en sobresurt, o se n’ha salvat, un peu. Un turmell i un peu. Una peça visual molt preuada per l’erotisme escòpic de fa un parell de segles, per cert. Doncs bé, així com el personatge de la novel·leta de Balzac s’endinsa en un garbuix de pintura i deliri de la qual només en queda al final, com un supervivent, o com un indicador de l’irreductible acte d’amor i d’erotisme latent en tota pintura, un peu, aquest altre peu que va aparèixer inesperadament, dibuixat a la paret, a l’estudi del Ramon, és un peu que sorgeix de la claredat, de l’ànsia de presència que va fer que Ramon Herreros abandonés els signes supervivents dels somnis i de la vida onírica per gosar representar els somnis directament, és a dir, per representar els desitjos directament, no com enigmes, sinó com presències; no com les ombres dels arquetips, sinó com cossos, de vegades arcaics o arcàdics, de vegades amb un tectonisme terrós obvi i subtil—com si la terra esdevingués aèria—, d’altres com a il·lustracions simbòliques de la immediatesa, però sempre insistint en el reconeixement, en la presència, en el vestigi del temps concret de l’experiència traslladat al quadre. És un camí a l’inrevés de Frenhofer. Però això fa que en molts aspectes sigui un camí que acompanyi i a la vegada qüestioni aquella pulsió escòpica que el personatge de la novel·leta de Balzac ja posava en qüestió sota l’experiència del seu propi col·lapse. Ramon Herreros va sentir fins a quin punt era irrespirable l’aire en els límits de la pintura abocada al seu propi col·lapse, i es va girar cap al món de les presències. El peu de Frenhofer, que era un residu, com una resta arqueològica d’un món soterrat per la confusió entre la visió i el gest, entre la percepció i el concepte (o l’ideal, o la veritat en pintura—la vella promesa de Cézanne), és aquí un peu nítid, clar, net, un peu que senyala la possibilitat de la petjada, no pas l’evanescència de l’elevació. Un peu que avança cap a nosaltres per recordar-nos que aquí, signes i presències, formes i colors, celebren la pintura. Je ne vous dirai pas la vérité en peinture. Mais je vous annonce que la peinture est toujours vivante. De la famosa promesa incomplerta de Cézanne a la no menys famosa, i lacònica, postal de Bonnard a Matisse. Visca la pintura, doncs, sigui quina sigui la seva veritat.
No cal que us digui com n’estic de content i d’orgullós per haver tingut la sort d’acompanyar el nostre amic i ajudar-lo a obrir aquesta porta i triar quines coses es podien (o calia) ensenyar, i com es podien disposar. Jo, que vaig viure bastant de la vora el seu abandonament de l’abstracció i el pas a la figuració, pels volts dels anys 1994-1995, i que vaig comprendre, per no dir que en moltes converses vaig compartir la intensitat i els riscos de l’aventura d’aquell moment, he de dir que aquests dies, durant el procés de selecció i d’accrochage, l’he tornada a sentir, aquella intensitat. Però ja no era la intensa emoció d’una aventura que tenia molt de camí interior i de redescobriment de les raons de ser de la pintura. Per mi aquesta vegada ha estat l’aventura del reconeixement, del retrobament. No sé què significarà per l’artista aquest desplegament de la seva obra, aquesta emergència del “quarto fosc”, aquesta respiració de les obres. Però per mi, i per tots nosaltres, els amics, els que estimem la seva obra, és un motiu de felicitat i la confirmació del millor dels pressentiments, del millors auguris. El Ramon ens recordava a la invitació per a aquesta trobada al seu estudi que l’any passat va fer 30 anys de la seva exposició a la Galería Ciento, i que en certa manera es pot dir que feia poc més de 30 anys de la seva decisió de dedicar-se en cos i ànima a la pintura. Davant del que tenim avui aquí, davant nostre, i del que segur que vindrà, crec que tots nosaltres només podem dir-li: I per molts anys!


Jordi Ibáñez Fanés

sábado, 30 de marzo de 2013

LECTURAS DE SEMANA SANTA




Las entradas sobre lecturas que he ido publicando en este blog, han transitado por un camino aparentemente errático, voluntariamente errático...
Aunque creo, que si se miran en su conjunto, se puede ir componiendo una cierta frase, sobre mi visión del mundo del arte y, quizás, de más cosas.

Algunas han sido viejas lecturas releídas, otras un libro que ha aparecido providencialmente.

Hoy pongo dos títulos, uno releído y otro leído, que me parece dan una clara visión de la absoluta inutilidad de querer comprender el entorno, el género humano.

William M. Thackeray ofrece en La feria de las vanidades, una perfecta e irónica visión de la estupidez humana, de cómo pasar por la vida sin tener ninguna conciencia de estar vivo. Todos los personajes de la novela van oscilando entre una cierta ingenuidad y la imbecilidad más completa, a través de ellos Thackeray nos va guiando por una feria de las vanidades que sigue y sigue...

Y el argumento de la inutilidad parece dar pie al segundo título: Contra toda esperanza.

Aunque las diferencias son enormes, si en Thackeray los imaginarios personajes, aunque quizá no tanto, no les importa vivir, a los reales protagonistas de Nadiezhda Mandelstam no les dejan vivir,

A los que alguna vez hemos visto con simpatía -aunque sea con matices- la utopía comunista, nos debería caer la cara de vergüenza.

Es revelador que la ideología, y la iconografía, nazis estén perseguidas, mientras que ciertos derivados del comunismo, que todavía existen, son mirados benévolamente, cuando los crímenes perpetrados bajo el manto del comunismo han sido iguales o peores que los del nazismo. 

La estulticia, la inconsciencia, la maldad humanas, están servidas y descritas en estos dos textos. En uno desde la suave mordacidad irónica de un bon vivant británico del siglo XIX, en el otro desde la asumida desesperación, el desconcierto, de quien vive en un mundo que se ha convertido en un macabro manicomio, en el que nadie sabe si al día siguiente seguirá vivo.

Y así y todo existe una pequeña salida, en el primero el sentido del humor, en el segundo la creación, la poesía...

sábado, 16 de marzo de 2013

UN CUADRO VIAJERO

Una amiga me preguntaba ayer sobre mis sensaciones cuando se vende un cuadro.

Son muy distintas, depende si va a casa de alguien conocido, a una institución, si lo vende una galería...

De hecho adquieren vida propia. De algunos voy teniendo noticias. Otros desaparecen para siempre.

A veces ocurre algo inesperado: uno de los desaparecidos súbitamente se hace visible.

Ha sucedido con "El encuentro", una obra de 1998. Ahora me he enterado de su ubicación habitual: el Museo de Cáceres. Ausente de mi vista desde entonces, me ha llegado la noticia de que ha emprendido un viaje.

Me comunican que forma parte de una exposición colectiva titulada "Encuentro y Diálogo", que inaugurada el pasado 7 de marzo en el MEIAC DE Badajoz, va a seguir circulando por Toledo, Cáceres. Don Benito y Mérida, hasta el 26 de diciembre de este año.

Bon voyage

Pongo a continuación imágenes de la obra y de su colocación en la exposición actual.

Si quieren tener algún dato más sobre este cuadro, pueden ir al post "Una exposición, un cuadro..."








El encuentro, óleo sobre tela, 200 x 300 cm. 1998


martes, 12 de febrero de 2013

PAISAJES Y ACUARELAS

Hace poco he oído decir a alguien que en estos momentos no se pueden pintar paisajes, como si esto significase dar la espalda a los oscuros tiempos que estamos viviendo.

En alguna etapa de mi vida he creído en la utilidad social de una arte político, comprometido, de esto hace ya mucho tiempo.

Si el horror del entorno impidiese pintar paisajes, nunca se hubiesen hecho, es más creo que jamás se hubiese ni siquiera pintado.
Así que sigo pintando paisajes...

Ocasionalmente uso como técnica la acuarela, denostada como si fuese un género menor, y que, sin embargo, estimo mucho; al contrario del óleo -que exige largos períodos entre el inicio y el fin de una obra- la acuarela es inmediata, inmediata e irreversible.

He aquí algunos de los trabajos realizados estos últimos años..