domingo, 27 de febrero de 2011

Intermedio: un regalo




He afirmado en una de las notas, mi deseo de convivir con Simonnetta Vepucci, de Piero di Cosimo, sueño, obviamente imposible. Quizá sin embargo mi pintor de cabecera ha sido siempre Piero della Francesa, y puede que entre todas sus obras la Madona del Parto, que tuve el privilegio de ver, hace muchos años, en su ubicación original. Sin embargo el conjunto de "La legenda della vera Croce" en la iglesia de San Francisco en Arezzo es, para mi, una de las obras más sublimes de la historia del arte. Sin duda ustedes ya la conocen, pero nunca está de más recordarla.

martes, 22 de febrero de 2011

Notas - 3


Dice François Cheng: "en la belleza, toda verdadera mirada es una mirada cruzada... entre lo que mira y lo que es mirado".

A partir de esto podemos llegar a varios esquemas distintos. El observador contempla la Naturaleza. Caso citado por Cheng: Cézanne y la montaña Sainte-Victoire. Ahí el observador crea algo así como una simbiosis -pensando en la montaña como un ser vivo-, unos vasos comunicantes entre la creación del universo y el pintor también como parte del cosmos, usando para el hecho en sí una gran sabiduría pictórica.

El observador contempla un ser vivo, el caso del pintor y la modelo. Se crea una relación especular -una de mis modelos me definió como un espejo, no como un hombre-, este es el espacio por excelencia donde se profundiza en el entrecruzamiento de miradas, el quiasma, en definitiva. El pintor observa a la modelo y ésta al pintor. La obra parece trasladarse a un lugar intermedio entre ambos. La dimensión del tiempo sufre entonces una gran transformación, la propiciada por el espacio del rito. Si la comprensión de lo que está sucediendo es óptima, diría que la responsabilidad del resultado final es compartida. Es un territorio, el que aparece, fascinante, a veces feliz, a veces doloroso hasta lo insoportable, en ocasiones productivo.

La siguiente posibilidad es la del observador que contempla el resultado de una observación, por ejemplo un cuadro. ¿Qué se puede sentir ante la Simonnetta de Piero di Cosimo, o las magníficas visiones de la montaña de Cézanne?
Siendo pintor se me hace muy difícil responder, mi mirada, obviamente, está mediatizada por mi trabajo.

Un amigo, Lluís Armengol, me envía un correo, respondiendo en parte a las notas anteriores, su opinión creo que es más que sugerente:

"El libro de François Cheng sobre la belleza me pareció una auténtica maravilla en términos generales, en concreto la cuarta meditación y el concepto de quiasma, es decir la pintura como juego (recíproco) de miradas, como combate dialéctico entre sujetos que miran desde sus respectivos encuadres, la pintura como batalla sin fin "entre" un espectador-mirón y el ojo del huracán del cuadro (obviamente otra entidad viva y en constante transformación). Esa metáfora del "ojo del huracán" siempre me ha parecido muy operativa para situar la experiencia estética, pues ese ojo nos absorve y nos rapta: un punto de la obra a partir de la cual entramos dentro de ella, un punto que nos llama la atención y nos captura (algo parecido quizás con aquello que nos ocurre a la vista de una mujer: nos enamora un gesto, una postura, el pestañear de unos ojos, etc., nunca el conjunto en su totalidad, sino siempre un detalle, una minucia quizás o el timbre de una voz). Como bien dice el autor "las miradas cruzadas son las únicas que pueden provocar la chispa que ilumina".

continuará

viernes, 18 de febrero de 2011

Alrededor de un comentario



Un aristocrático amigo me dice -ver comentarios a Notas - 2- que él no podría convivir con el cuadro de Piero di Cosimo, quizá por la insoportabilidad de la belleza.

Simonnetta Vespucci fué, posiblemente, la gran musa del Renacimiento, yo me quedo con este cuadro, pero Sandro Botticelli la pintó varias veces. Se pueden encontrar innumerables datos sobre ella simplemente poniendo su nombre en un buscador.

Pero volviendo al cuadro, se afirma que Piero la quiso representar como Cleopatra, de ahí el áspid que le rodea el cuello. A mí me gusta pensar en otra cosa, sobre todo porque en la base de la tabla figura el nombre de Simonnetta de modo que el pintor quiso dejar claro que era el retrato de alguien existente y conocido. Segundo porque la serpiente tiene un contenido simbólico extensísimo. J. E. Cirlot dice que "hay una evidente conexión de la serpiente con el principio femenino" relacionándolo con grandes figuras femeninas de la mitología griega: Artemisa, Hécate, Perséfone. Por otra parte la serpiente por su muda de piel es un claro símbolo de resurrección. No voy a seguir con esta cuestión porque sería interminable. Para finalizar diré que la serpiente que rodea el cuello de Simonnetta está a punto de morderse la cola, con lo que sería un uróbos, concepto que acompaña a la civilización desde hace más de tres mil años, y cuya significación es oceánica.

Dos deducciones, pues, feminidad, muerte y resurrección.

En cuanto a la insoportabilidad de la belleza, voy a citar de nuevo a Heisenberg que remite a Platón: "Lo Bello y lo Bueno es la Idea central, en la que se hace visible lo divino y a cuya vista las alas del alma empiezan a desplegarse. En un pasaje de Fedro encontramos expresado el siguiente pensamiento: el alma se siente empavorecida y tiembla a la vista de lo bello, porque siente que evoca en sí misma algo que no ha adquirido a través de los sentidos sino que siempre había estado depositado allí dentro de una región profundamente inconsciente".


El cuadro de Piero di Cosimo entraña para mí el misterio de la feminidad y la intuición de una idea de la muerte como inicio del camino que quizá nos conduzca a las regiones donde habitan las ideas que nos hacen reconocer la belleza.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Notas - 2


Cheng mismo se hace eco de la pregunta con que finaliza Notas - 1: "... el universo no tiene la obligación de ser bello, y sin embargo es bello. A la luz de esta constatación, la belleza del mundo pese a sus calamidades, también nos parece un enigma".

Si obviamos estas calamidades y nos colocamos desde un punto de vista, digamos alejado, entonces la belleza aparece en toda su plenitud. ¿Qué otra palabra han utilizado los astronautas para describir la visión de la Tierra desde el espacio? Todos han coincidido en la misma descripción, dicha de distintos modos: es un espectáculo de una belleza impresionante. Una esfera formada por un sinfín de colores armónicos -al parecer domina el azul- en la negritud del espacio.

Tenemos pues otro paradigma de lo bello, pero de nuevo la pregunta ¿por qué? Sigue Cheng: "Al menos que desde el principio, la materia contuviera en potencia la promesa de la belleza, la capacidad de belleza".

¿Qué idea tenían los astronautas sobre la belleza para aplicar esta palabra a lo que estaban viendo?

Pero ustedes se preguntaran el porqué de este preocupación por la belleza y que idea tengo yo mismo sobre esta cuestión.

Mi preocupación viene, especialmente, porque siendo pintor contemplo con desolación como tal concepto ha sido desterrado vergonzosamente del mundo del arte. Nadie quiere oír hablar de tal cosa y más de una vez he leído que era un concepto "trasnochado".

Pero volvamos sobre el término en si mismo; Wener Heisenberg nos ofrece algún indicio a seguir:
"Incluso en la antigüedad había dos definiciones de belleza que en cierta forma se oponían entre sí. La controversía entre ambas jugó un gran papel, sobre todo en el Renacimiento. Una de ellas describe a la belleza como la adecuada conformidad de las partes entre sí y con relación al todo. La otra, que arranca de Plotino, la define, sin hacer referencia a las partes, como transparencia del esplendor eterno de lo "uno" a través del fenómeno natural".

La adecuada relación del todo y las partes. Cheng cita a Mozart: "busco las notas que se aman".

Continuemos ¿qué es para mí la belleza? A imitación de Cheng voy a empezar con un ejemplo, no con definiciones, con un cuadro: "Retrato de mujer. Simonnetta Vespucci" de Piero di Cosimo -cuya imagen encabeza esta nota-. Evidentemente hay muchas otras cosas que podría citar, otros pintores Piero della Francesca, Masolino da Panicale, por ejemplo, pero el cuadro de Piero di Cosimo representa para mí la síntesis, la unión de las dos tesis contrapuestas que expone Heisenberg. Pocas veces me he emocionado tanto como contemplando este cuadro, del que tengo una gran nostalgia practicamente cada día que pasa. Si pudiese escoger una obra para tener junto a mí permanentemente, de todas las que conozco, sin duda escogería ésta...

continuará

martes, 15 de febrero de 2011

Notas - 1


Cuando en el año 2003 terminé el texto "Notas para una suposición: lo imposible", me prometí a mí mismo y a algunos amigos que retomaría alguna de las cuestiones allí esbozadas e intentaría desarrollarlas en la medida de mis posibilidades.

Uno de de los temas tratados era la belleza.

Diría que no estoy descontento del todo de lo que escribí allí, pero en todo caso era con seguridad subjetivo -esto es inevitable- e insuficiente. Las relecturas de dos libros, me han aportado algunos argumentos que quiero trasladar aquí.

En "Cinco meditaciones sobre la belleza" François Cheng, el autor, se atreve a tomar el problema sin ningún tipo de pudor ni de miedo. Meditaciones hechas oralmente ante un heterogéneo grupo de personas.

Si hubiese leído este libro antes de escribir las "Notas..." seguramente éstas habrían sido distintas.

Aunque hay un buen número de puntos en común. Allí ya esbozaba mi fascinación por el desnudo femenino -esta es una cuestión sobre la que volver- y Cheng advierte desde el principio, que podemos pensar o definir el vocablo belleza de distintos modos, pero existe una belleza paradigmática: "la belleza del cuerpo humano, más precisamente del femenino". También la belleza reflejada en el rostro humano: "rostro de mujer celebrado por los pintores del Renacimiento, rostro del hombre fijado por ciertos iconos".

Cheng se muestra absolutamente fascinado por el Renacimiento, según él allí está la belleza fabricada por manos humanas, más que en Grecia.

No puedo estar más de acuerdo en esto.

Pero lo que más me ha impactado del libro es la idea que el autor recoge de Merleau-Ponty, pero que hace suya, el quiasma, que Cheng reelabora definiéndola así: "en la belleza, toda verdadera mirada es una mirada cruzada... entre lo que mira y lo que es mirado". De hecho esto sería una pista sumamente atractiva para tratar el tema del pintor y la modelo.

Por último y para terminar esta primera nota diré que Cheng cree en la belleza del mundo -el mundo también es horror y a veces conviene pasearse por él-, pero aceptemos que el universo fabrica belleza, desde las galaxias hasta una humilde flor, la pregunta es: ¿por qué?

El segundo libro que pienso traer aquí es "Abstracción y Naturaleza" de W. Worringer, pero sobre el de Cheng han quedado cosas por decir, así que...

continuará