viernes, 6 de septiembre de 2013

UN LIBRO EXTRAORDINARIO


Durante el tiempo que he escrito en este blog, he ido poniendo comentarios sobre libros. La idea surgió un verano, cuando especialmente los políticos hacen sus propósitos de lecturas vacacionales. Lo siguen haciendo. Por mi parte era una pequeña broma, una ironía.
Voy a seguir hablando de libros, ahora sin referencias estacionales.

El primero es un libro extraordinario: "La mirada inocente" de Georges Simenon. Lo leí hace siete años y ahora he vuelto a él. Como en el caso de París -ver el post anterior- el libro sigue igual, pero yo he cambiado.

Es una novela de formación, de formación que dura toda una vida. Narra como la mirada de alguien, limpia y curiosa, consigue, si no encontrar, al menos intuir un cierto sentido de las cosas, de la vida.
Una historia fascinante, dónde el protagonista no intenta intervenir en las cosas, en los acontecimientos, sino que se deja atravesar por ellos. Formando parte de su entorno, de lo que ve, de lo que experimenta, se llega a convertir en pintor.

Hay además algunas observaciones que me han afectado particularmente. En un momento el autor describe el ambiente artístico de París de los años veinte. No es muy distinto del que ahora mismo estamos viviendo. Que tipo de personas adquirían lo que les gustaba y quienes compraban -los adinerados en general- firmas cotizadas y de moda... dice Simenon: "pintores de los que diez años después ya no se hablaría vendían sus telas más caras que las de un maestro del Renacimiento". Pág. 236

Pero hay dos momentos más que para mí son importantes, uno relativo a la edad: "pronto cumpliría setenta años... Había trabajado mucho. Aún tardaría años antes de expresar lo que desde el principio había sentido agitarse en su interior". Podría decir que me siento aproximadamente así, espero que esos años me sean concedidos.
El otro se refiere a los árboles. De niño le regala a Louis, alguien que después será un conocido escultor, unos lápices de colores. Cuando años después se encuentran, el pintor le cuenta que apenas ha utilizado los lápices. Unos pocos bocetos y dos árboles, uno del patio de su colegio y el tilo de la vecindad, a quien llama "El señor Árbol".

Estoy sumergido en una especie de fiebre Simenon, que significa casi la lectura de un libro diario. Todo lo que he leído hasta ahora es sugerente, interesante, en suma, no deja levantar la cabeza del libro. Si hablo en concreto de "La mirada inocente", es, claro está, por su tema, la formación, el desarrollo de un pintor.

Leo en antiguas ediciones de Caralt, con infames traducciones, algunos títulos de Tusquests, y ahora en las cuidadas ediciones de Acantilado. Quiero agradecer desde aquí esa iniciativa a Jaume Vallcorba; esa y muchas más. como la atención que le está prestando a Stefan Zweig, autor que probablemente aparecerá en este lugar.

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