He de confesar que la primera vez que vi La Gran Belleza, más bien me irritó. Mucho ruido, algo de pedantería y demasiadas contradicciones.
Lo intenté otra vez con resultados parecidos. La he visto una tercera vez, con reposo y buen estado de ánimo.
Puede que me irritara porque en el fondo Jep Gambardella no quiere escribir más por causa de estar herido por una epifanía primigenia, una contemplación de la belleza real de Elisa.
A partir de ahí todo es imposible. Jep ve con gran ironía su libro -El aparato humano- y concluye que nada hay que estimule la creación.
Pero el film va por otro lado, explora la belleza y casi paralelamente la Verdad. Verdad y Belleza inseparables.
Ahí empiezan para mí, las dudas, las paradojas. Por un lado la inaccesibilidad, por el otro la lucha para conseguirla. Imposible aprehensión de la belleza, pero también de la felicidad, de la ausencia de dolor. Amor imposible de Elisa y Jep. Intento quimérico de intuir algo más allá de la vida, de vivir conscientemente el devenir del tiempo, patético intento del personaje que se hace una fotografía cada día. La religión no tiene respuestas, nadie las tiene y aún menos el llamado arte contemporáneo, aquí Sorrentino se vuelve mordaz en los casi divertidos episodios de la performer y la niña "pintora" -sobre esto último volveré.
Pero hay, dice Jep, al final, "demacrados, imposibles, destellos de belleza". La películas los tiene, de modo especial cuando aparece el agua, un tema aparte dentro de la narración, el agua que nos conduce desde el principio, fuentes, río, mar, el techo de la habitación; o lo que llamaría "momentos mágicos", puede que propiciados por la nicotina, compañera inseparable de Jep: la monja que subida a una escalera accede a la copa de un árbol, primero visión alquímica, Poussin y Balthus, luego, el encuentro con Madame Ardant, el espacio onírico, fuera del tiempo, de la cafetería, la jirafa en las Termas de Caracalla... Jep fuma y entorna los ojos...
Pero hay más, el viaje nostálgico al pasado clásico que se inicia en "il buco della serratura" en el Aventino... un recorrido con trampa, los museos de Roma se convierten en moradas de viejas princesas... Mirada irónica de la Fornarina, por si alguien que no sea romano no se hubiese dado cuenta.
La trampa, el truco, todo es un truco, pero ¿la película también es un truco?
Diría que no, Sorrentino mismo, creo que se da cuenta de que como, cuando se cita a Flaubert, no se puede construir sobre la nada, pero en La Gran Belleza, hay algo más que la nada, hay un intento de construcción narrativa que nos va a zarandear desde el caos de la primera fiesta, amasijo de movimientos y sonidos sincopados, hasta el reposo de la contemplación del arte clásico, una sacudida que a veces se convierte en un estremecimiento.
Quizá todo sea el bla, bla, bla, que Jep repite más de una vez, pero hay un final redentor, puede que empiece a escribir de nuevo.
Sigo con mis dudas, pero tengo que convenir que hay algo de fascinación, algo que me ha conducido a ver tres veces este film, quizá porque la Belleza es para mí el punto principal del que el arte contemporáneo se ha querido deshacer, y que Sorrentino ha puesto en primer plano de nuevo. Con todas mis incertidumbres, es algo que me ha sucedido en muy pocas ocasiones... Puede que incluso la vuelva a ver. No puedo negar que tiene una cualidad que sólo posee el gran arte, cada nueva visión, al menos por ahora me ha aportado cosas distintas, matices inesperados... me gustaría que fuese así y que, finalmente, el Gran Truco no existiese.
Adenda
Sobre la niña pintora. Hace años a finales de los ochenta, asistí a un encuentro propiciado por Anthony Caro, en el que se trataba de poner en contacto artistas anglosajones con locales: "Art Triangle" que tuvo lugar en las ruinas de la Casa de la Caridad, en Barcelona. Allí uno de los visitantes trabajaba exactamente igual que la niña de la película. Se hizo rodear por un círculo de telas e iba arrojando pintura indiscriminadamente sobre los lienzos. Luego recortaba los fragmentos que le parecían interesantes. El resultado final era casi idéntico a la obra final de la pobre niña que quiere jugar e irse a dormir.
Sobre la Belleza. En este blog he escrito algunas reflexiones sobre la cuestión, especialmente a partir del extraordinario libro de François Cheng "Cinco meditaciones sobre la belleza". Ver "Notas-1", "Notas-2", "Notas-3" y "Lecturas veraniegas-4". Se puede acceder a ellas a través del buscador situado en la parte superior izquierda del blog.
Gran reseña, brillante y documentada. He visto La gran belleza (sólo una vez, pero necesito más...), y es de lo más conmovedor que he visto en años. Extraña, terrible, triste y esperanzada, excesiva, tierna, divertida, grandilocuente, delirante, amarga, nostálgica. Y sobre todo, bellísima. Esa belleza casi imposible de aprehender se nos muestra en cada fotograma de la película. Para mí, es inolvidable. Un abrazo, Ramón
ResponderEliminarAlguien sabe de que pintor es el cuadro que aparece en la película, el mismo que aparece en este post...gracias
ResponderEliminarEl cuadro es de Rafael. Se lo conoce como "La Fornarina" ("La panadera"); la modelo sería una mujer amada por el pintor. El cuadro está en el Palazzo Barberini de Roma, que hoy es la Galeria Nazionale d'Arte Antica.
EliminarEn cuanto a la película -perdón- es una suerte de remake de "La Dolce Vita"... pero sin Fellini. En mi modesto juicio, "La Gran Belleza" es sentenciosa, banal, larguísima y publicitaria. La vi hoy; por suerte, mañana la habré olvidado. Saludos.